Viajero desde
27/05/2007
Nick: JPEREIRA |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: jose pereira
Lisboa es una de esas capitales que ha sabido conservar su paisaje urbano y humano sin renunciar a la contemporaneidad. A pesar de ser presa fácil para miles de españoles, que aprovechando los fines de semana largos, acuden al extranjero en busca de nuevas experiencias, ha sabido mantenerse impertérrita, al paso del turismo masivo ofreciéndose tal como es, con los artificios justos para contentar a “domingueros” y no defraudar a viajeros deseosos de una aproximación a este fabuloso país.
El barrio de a Baixa, como su bien nombre indica situado en
la parte más baja de la ciudad esta recorrido por tres grandes plazas: do
Comercio, de Dom Pedro u la de Restauradores, bajo la cual un enorme parking,
un tanto subido de precio, puede resultar interesante para abandonar nuestro
vehiculo si no queremos complicarnos con el estacionamiento. En dicho barrio es
relativamente fácil encontrar un alojamiento barato (25-30eu) en alguna de las
muchas pensiones en las cuales el tiempo parece haberse detenido.
Al este de la Baixa, siguiendo los caminos de hierro de los viejos tranvías que aun hoy recorren esta ciudad para deleite del viajero y comodidad de sus ciudadanos y tras superar el castillo de S. Jorge y sus famosos balcones, nos aproximamos al conocido barrio de pequeñas calles y abundantes escaleras de la Alfama, generoso en pequeños restaurantes y bares donde se ofrecen recitales de Fado.
Desde el Barrio Alto, Chiado se asoma majestuosamente sobre los tejados de los edificios situados al oeste de a Baixa. Este pequeño barrio esta constituido por un trazado relativamente ortogonal poblado de numerosos bares, restaurantes y pequeñas tiendas en cuyas paredes miles de graffiti nos narran las preocupaciones mas recientes de sus ciudadanos.
Sin mucho esfuerzo nuestro paseo se prolonga hasta las avenidas de grandes panteones y cipreses del cementerio de os Praceres. Un curioso paisaje, que no deberíamos perdernos y que bien podría ser el escenario de una película de vampiros “made in usa”.
Muchísimo mas al oeste, bajando del cementerio o siguiendo las grandes avenidas paralelas a
la costa, a pie o en tranvía, se encuentra entre jardines y grupos de turistas
el pequeño barrio de Belen, el cual en comparación con el paisaje recorrido
hasta el momento, observaremos con facilidad, que se encuentra un poco
sobrevalorado.
De regreso al noroeste de la península y con algo de tiempo por delante, tras poco mas de cien kilómetros a través de la Autoestrada do Norte o A1, y aunque uno goce de buena salud, no está demás realizar una mínima y respetuosa visita al santuario de Fátima. Aunque su arquitectura de seguro no pasará a estudiarse en ningún libro de arte, las dimensiones de su plaza son proporcionales a la pasión de la gente allí contenida y a los ríos de cera derramados impregnando el ambiente del característico olor de la santidad. Dicho paisaje no dejara indiferente al viajero accidental y bien merece una pequeña reflexión sobre ciertos aspectos de la condición humana.
Fátima es uno de esos sitios donde los mercaderes han regresado al templo convirtiendo el sufrimiento de católicos, en mucho dinero. Este es un pequeño pueblo reconvertido en un gran bazar del merchandising del católico convaleciente y grandes parkings, para los numerosos autobuses que llegan de todas partes, cargados de individuos sin mejor pretexto para salir de casa, que hacer una merecida visita a la conocida virgen del norte de Portugal.
Siguiendo nuestro rumbo pronto nos topamos con la ciudad de Oporto, o simplemente Porto, la cual bien merece una parada, por no decir una pequeña estancia.
Porto es una pequeña gran ciudad ribereña a orillas del río Duero, que en este tramo pasa a llamarse Douro. Este rincón de Portugal famoso por su vino, criado en buena parte en las bodegas que alzan sus tejados al sur de la ribera, alberga buena parte de la actividad cultural de país a través de sus múltiples galerías de arte, espacios públicos y bares de copas ambientados con sesiones de Drum & Bass al mas puro estilo UK; (quizás todo ello sea una pequeña herencia de los ricos lazos comerciales con el país de la Reina Madre)
Tras recorrer sus calles, ya sea entre los monumentales edificios modernistas, ricos en azulejos y ornamentos, hoy en franca decadencia pero en un proceso de restauración imparable, o a través de los minúsculos callejones de interminables escaleras y pequeños pasadizos, propios de la arquitectura tradicional de ribera como medio de resguardo frente a las inclemencias del clima atlántico, entendemos fácilmente porque es patrimonio de la humanidad.
Siguiendo la costa hacia el norte la piedra se substituye por el hormigón con ayuda de la presión del turismo que en época estival se amontona entorno a las playas de Foz y Matosinhos a lo largo de un curioso paisaje provocado por la presencia de la impresionante refinería de una conocida petrolera española y toda la parafernalia de sus infraestructuras en primera línea de playa.
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